Conheci Gervasio
Monchietti em 2011 durante um festival de poesia em Belo Horizonte. De
lá até aqui seguimos travando uma agradável interlocução por meio da internet e
das redes sociais. Em 2013 participei do Festival Internacional de Poesía de
Rosario, evento em que Gervasio
trabalha como curador. A breve entrevista que ofereço ao leitor é mais um passo
nesse processo de interlocução. Em retribuição a uma entrevista que Gervasio
havia realizado comigo, resolvi provocar o poeta solicitando suas considerações
a propósito das mesmas perguntas que ele havia me apresentado. Nessa conversa
tentamos nos familiarizar não só com os processos criativos e as referências
literárias um do outro, mas também com o desenho das forças envolvidas em
nossas respectivas cenas contemporâneas no que diz respeito à poesia. Nos
últimos anos comecei a observar uma aproximação mais efetiva entre poetas e
escritores brasileiros e seus iguais argentinos, uruguaios, paraguaios e
chilenos. Espero que eu esteja certo e que esta breve entrevista ou este mate
com Gervasio Monchietti ajude a aprofundar, o quanto seja possível, uma
interlocução que seja tanto crítica, quanto afetiva.
Gervasio
Monchietti por ele mesmo:
Nací en Rosario, en
noviembre 1979. Viví hasta los 18 años en San Genaro (Santa Fe). Desde entonces
vivo en Rosario. Soy periodista y locutor nacional. Estudié varios años de
Abogacía, y he tomado diversos talleres de escritura y encuadernación.
Publiqué tres libros de
poesía Trincheta (Tropofonia, 2010) y 3 cilindros (Diatriba, 2011) y Mecánica del escorpión (El Ojo de
Mármol, 2014). En el 2007, junto con Sebastián Moreno, armamos un grupo llamado
Tropofonia, que en parte funcionaba como un programa de radio que se emitía por
Radio Nacional Rosario.
Ttrabajo como editor y
encuadernador. Doy talleres de encuadernación en mi taller particular y algunas
instituciones y espacios culturales.
Como periodista freelance colaboro con algunos medios gráficos y
digitales. Desde el 2008 hasta 2013 colaboré con el Festival Internacional de
Poesía de Rosario. Participé como narrador en el XIV Encuentro Internacional de
Narración Oral, realizado en Buenos Aires y en «Portuguesia. Fiesta de la
poesía en lengua portuguesa y española» en el 2011, en Belo Horizonte, Brasil.
Entrevista
Ronald Augusto: ¿Cómo descubriste la poesía. Recordás quién
o qué te hizo conocer por primera vez un poema o un poeta?
Gervasio Monchietti: El
primer acercamiento fue por mi abuela. Ella me hizo entender la escritura como
un juego. Ella fue la puerta de entrada a aquello que dice Lautremont: la
poesía debe ser hecha por todos. Lo que ocurrió fue que en San Genaro no había
librerías, entonces era muy difícil acercarse a la lectura. Cuando vine a
Rosario empecé a encontrarme con autores, libros, lecturas. En sentido
estricto, mi abuela fue la primer “poeta” que conocí. Lo que percibía, de todos
modos, es que cuando ella se consideraba a sí misma como poeta (ella decía
“poetisa”), menos interesante me resultaba. A mí me atraía su cotidianeidad, es
decir, aquellos momentos en que no era tan consciente de que escribía como algo
especial o se daba ínfulas en torno a su eso. Lo que descubrí con ella fue algo
del orden de la fe en el escribir, como una experiencia que no se puede
reemplazar con nada.
RA: ¿Cómo
te llevás con la idea de “ser poeta”? ¿Te reconocés como poeta?
GM: Trato de no pensar
demasiado en eso. Me reconozco en algunos momentos, en la medida que la
generosidad de los otros me habilita a eso, pero no se escribe con esa noción
de sí mismo. Quiero decir, al momento de escribir uno busca otra cosa, salirse
de los roles que los demás te van poniendo. Roles que no rechazo, pero hay que
observar para que no te estructuren y te hagan perder esa noción de juego y de búsqueda
que se da en el escribir.
RA: ¿Cómo los poetas argentinos se relacionan
con el movimiento de la poesía concreta de Brasil?
GM: Creo que Brasil
sigue siendo para muchos poetas argentinos un terreno a descubrir. En los
últimos años han aparecido varios libros que nos dan un pantallazo de lo que
fue el movimiento de poesía concreta como “Poesía concreta brasileña”, de
Gonzalo Aguilar, y “Desbunde y felicidad: de la cartonera a Perlongher”, de
Cecilia Palmeiro. En mi caso, me atrae mucho cómo en un determinado momento
histórico la poesía se integra con la música y se vuelve una práctica ética y
política, además de estética. En este sentido, me parece también fundamental el
libro “Micropolíticas”, de Suely Rolnik, que cuenta las experiencias de Guattarí
en Brasil y su trabajo con las minorías y también “Papeles insumisos” que reúne
la obra crítica y ensayos de Nestor Perlongher. Tengo profunda admiración por
poetas como Bandeira, Cabral de Melo Neto, Cecilia Meireles y más actuales como
Ferreira Gullar, Paulo Leminsky y Angélica Freitas, entre otros. Ojalá en los
próximos años se empiecen a conocer más
trabajos de traducción e investigación sobre muchos autores brasileños que aún
desconocemos.
RA: ¿Se puede hablar de una antigua tendencia
en Argentina, bien consagrada, devota a un cierto metaforismo y neobarroco.
¿Cómo piensa a este respecto? ¿Aun es posible?
GM: La tendencia que
parecería predominar en Argentina es el objetivismo. Pero eso es una percepción
que recorta demasiado la cuestión. Argentina tiene tradiciones regionales, o
eso me parece observar. Es un país en el que es complejo hacer mapas, porque el
centro, es decir Buenos Aires y algunas ciudades que logran generar un pequeño
mercado editorial, tienen mucha visibilidad
y se genera, con relativa facilidad, un canon. Sin embargo, en paralelo,
se están produciendo obras, a veces aisladas, en puntos que desconocemos. A mí
me interesa mucho como se da ese fenómeno. Cada región lee de una manera
diferente. Y escribe de una manera diferente. El desafío de cada uno es
construir una relación con una tradición propia. El neobarroco argentino hoy
tiene algunos exponentes en Arturo Carrera y Héctor Píccoli. Entre los jóvenes,
Santiago Pontoni. Si fuéramos más atrás en el tiempo, son indispensables Oliverio
Girondo, Francisco Madariaga y Bustriazo Ortiz. Lo que predomina hoy es una
estructura de poemas fuertemente narrativos y a veces los versos pierden fuerza
en beneficio de una “narración”. El problema que le encuentro a ese tipo de
poemas es que a veces se quedan en lo anecdótico y de ese modo reducen las
posibilidades del escribir.
RA: ¿Cómo trabajás con las manufaturas de
libros? ¿Se enseña a muchas personas?
GM: Trabajo
principalmente desde la encuadernación manual y la edición con el autor. Es decir, la gente se acerca a aprender a
encuadernar con diferentes objetivos, a veces por mera curiosidad. Otras veces
para acercarse a la edición, otras simplemente porque quiere hacer cuadernos.
En general, toda la gente que quiere aprender a encuadernar lo hace con una
gran curiosidad por el libro y el trabajo manual. Eso me encanta. Respecto a
los libros editados, si bien cada libro pide algo diferente, en general hay un
diálogo con el autor, sobre todo si llega con un archivo o carpeta con mucho
material, que suele ser lo común. Ahí empieza un trabajo de selección. Casi en
paralelo empezamos a ver el armado del libro, si lo vamos a estructurar por
partes o no, si el título nos convence. Me interesa la edición como un diálogo
y consenso con el autor. Otras veces el libro ya viene muy trabajado, con
autores que ya tienen sus lectores-editores, o algo así. Trato de ser flexible,
de intervenir lo mínimo posible, y que el libro nos deje conformes.
RA: ¿A que especie de tradición los movimientos
o editoriales que conocí en Rosario se refieren? El movimiento de poesía
marginal hecho en Brasil es una inspiración? Qué diferencias encontrás entre la
poesía concreta y la poesía marginal?
GM: En Argentina la
experiencia de las editoriales cartoneras se acerca a lo que planteó la poesía
marginal en Brasil. El libro barato, la literatura al alcance de mucha gente,
textos de autores reconocidos y otros que no, la circulación masiva. La poesía
concreta es una propuesta estética que combina tipografía, propuestas de diseño
más arriesgadas y en el sentido estético más complejas que la poesía marginal.
No soy un especialista ni mucho menos, hablo más desde una curiosidad lectora
que desde otro lugar. Creo que ambos movimientos fueron necesarios en un
momento histórico, y para determinados grupos. La poesía marginal, para
enfrentar a la dictadura desde un universo posible, y la poesía concreta para
retomar las tradiciones, proponer una estética y seguir generando literatura.
En Rosario el movimiento editorial está en crecimiento. Hay tanto editoriales
que podríamos considerar “marginales”, que se agrupan muchas veces en torno a la Feria del libro
independiente y editoriales pequeñas, con propuesta de catálogo propio y con
diferentes formas de gestión. Supongo que en los próximos años empezarán a
poder establecerse lazos entre ellas. En general, algunas ya han comenzado a
trazar un mapa de sus tradiciones: algunas más instaladas en la crítica y la
narrativa como Beatriz Viterbo, otros en valorizar la literatura local, como el
Ombú Bonsai, otras que alternan entre la poesía joven y la tradición rosarina
como Iván Rosado. Hay tres proyectos en mi provincia que tienen
particularidades que me interesan: Ediciones Diatriba (Santa Fe), que reúne un
catálogo de poesía joven de alrededor de 20 títulos, con un editor y poeta muy
interesante que es Fernando Callero. Escafandra: con un catálogo absolutamente
ecléctico: desde Violeta Parra y Oliverio Girondo, hasta autores locales
desconocidos. Es una editorial marginal por excelencia. La Pulga Renga : porque es
un colectivo editorial, un formato que me gusta, porque genera una sinergia
interesante. Hasta el momento reúnen siete títulos, y en diciembre publican a un autor cercano al neobarroco que
se llama Claudio Sguro.
Alguns
poemas de Gervasio Monchietti
el cielo cargado de
la luna
los pájaros
el sol
y una luz violeta
azulina
bailar
hacer gimnasia
tomar agua
una junta para que
el motor funcione
y esté en
condiciones
de escuchar la
mañana
y hacer desde el
patio una casa
con mate y un poco
de pan
recién salido
fresco
como una lechuga
*
* *
o
céu repleto da lua
os
pássaros
o
sol
e
uma luz violeta
azulega
dançar
fazer
ginástica
tomar
água
uma
junta para que o motor funcione
e
fique em condições
de
escutar a manhã
e
fazer desde o pátio uma casa
com
mate e um pouco de pão
recém
saído
fresco
feito
uma rúcula
[trad. Ronald Augusto]
***
Hay
que saber pasar las noches
Gabriela Massud
I
de las pocas
experiencias como vendedora
—han sido
demasiadas—
lo que más me ha
sorprendido es la idea
de que siempre es
posible cambiar
la opinión del que
dice que no
—deberían haberme
pegado varias veces—
como aquella vez
que vendí un libro
a novecientos pesos
en una casa de
ladrillos sin revoque
con split
en cómodas cuotas
de 90
pesos —eran doce—
la obstinación en
cambiar la opinión
tiene una filosofía
aplicada
no hay inocencia
entonces no sé cómo
funciona
el cliente siempre
tiene la razón
II
Él
siempre tiene la
razón
dicta duro
lo que debes hacer
pone el ojo
en la contradicción.
Una vez le
arruinamos el cumpleaños a un cliente
por no mandarle la
vela con la torta.
Fue terrible, las
tías mirándose espantadas
por la falta.
III
en el 2001 las
tortas no tenían salida
y conseguí laburo
vendiendo cursos
de computación
no podías usar la
palabra venta
ni tampoco podías
decir vendedor
la gente de la
ciudad ya no abre
la puerta a
extraños conocidos
:sos lo que decís
que sos:
durante un mes,
llegué a ser
asesora educativa
en informática
en el instituto no
usaban
folletería y no por
ecología
vos sos el folleto
—te decía
el morocho que
capacitaba
le faltaba un
diente
y el traje le
quedaba re grande
—para mí se lo
habían bajado de una piña—
Aquí ofrecemos
cursos de Word Excel
Windows Explorador
de internet
y auxiliar de Maestra
Jardinera.
IV
Donde más me
bardearon fue en la empresa de grúas.
Trabajaba de 22 a 6 y la gente llamaba
desesperada.
Perdían rápidamente
las fórmulas de cortesía.
Las barbaridades
eran mutuas.
V
Lo mejor de la
empresa de grúas
era mi alto consumo
de pornografía.
Michel de Certeau
estaría orgulloso.
El placer que me
quitan lo cobro a la noche.
Luego debía
recordar: ir a herramientas y
borrar el
historial.
Muchas veces me fui
con dudas.
Imaginaba a mi
supervisora viendo
las fotos de una
orgía. Pero
la rutina se cumple
involuntaria
se olvida. En todo
caso,
me hubiese quedado
la negación.
Conservo una foto
del último día de trabajo:
en blanco y
negro, recostada sobre dos sillas,
con una mano
sujetando mi cabeza.
La luz tenue de un
velador. La luz del monitor.
La luz de la calle
que asoma entre las cortinas.
En otra, miro de
frente a la cámara
las ojeras marcan
una sombra fina.
Feliz. Sentada en el 107. No sé si se nota.
Ese día una piedra
rompió una ventana.
Me asusté. Por muy poco no fue la mía.
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